Coatlicue y Xochicalco

 

FICHA CATALOGRÁFICA
 

134. Álbum de fotografías. Sin pasta. 18 folios de cartoncillo negro engrapadas.
7 x 4 3/4" con fotografías sepia adheridas.
Descripción por folio.

2) Foto 1. Coatlicue.
2 x 2 7/8"
[Leyenda ilegible al pie.]

Foto 2. Xochicalco.
3 1/2 x 2 1/8"
 
 

NOTA
 

Coatlicue

En su libro Historia del arte en México, Tablada propone una serie de rasgos distintivos del arte indígena, entre los que da un peculiar sitio a la escultura de la Coatlicue:

El religioso y el ornamental eran, pues, los esenciales caracteres de nuestro arte indígena. El primero es ocasional, el segundo constante. No siendo ni reproductivo-naturalista, ni abstracto, sus convencionalismos y estilizaciones revelan siempre un propósito decorativo. De cualquier modo, nunca fue impresionista. Las formas exteriores no se imponían tiránicamente al artista indio, sino que éste imponía su creación con las reformaciones [sic] y distorsiones que consideraba favorables a su expresión. Ejemplos: Cuauhxcali-Ocelotl; cabezas de serpiente del "Coatepantli" o cercado del Templo Mayor, la "Gran Coatlicue", etc. (Figs. 1, 2, 3, 4, 5 y 6). Este último monumento, aunque integrado por elementos reales, asume las vastas proporciones de una creación abstracta. Parece un producto de la moderna filosofía cubista. Es el más formidable monumento del Terror y del Espanto que la humanidad haya plasmado [pp. 17-18].


Xochicalco

En el capítulo titulado "Evolución de la pirámide" de Historia del Arte en México, José Juan Tablada incluye esta imagen de Xochicalco. El poeta hace comentarios sobre varias pirámides. Monte Albán y Mitla, centros cívicos y religiosos, son admirables por su grandeza: uno, principalmente por el hecho de que en su construcción la mano del hombre "remodeló" la montaña; el otro por sus decoraciones, su carácter faraónico y el trabajo de ingeniería para transportar grandes bloques de piedra. Elige Tepoxtlán [sic] y Xochicalco por ser "tipos de templo-reducto o teocali-fortaleza". Después de señalar que Tepoxtlán parece haber estado dedicado a Tepoztécatl, uno de los dioses del pulque, y que el edificio es un ejemplo de arquitectura meramente azteca, dice lo siguiente de Xochicalco:

En cambio, el bellísimo templo de Xochicalco, que dedicado al dios Quetzalcóatl luce en los suntuosos relieves de sus muros la imagen simbólica de ese dios (la serpiente emplumada) y sus atributos entre símbolos de naturaleza cronológica, es un ejemplo de las influencias plásticas que irradiaron desde los centros de cultura mayas hasta apartadas regiones. Probablemente esta obra de singular valor se debe a los zapotecas, por lo menos aquí, como en Monte Albán, que está en plena región zapoteca, la montaña fue también remodelada, tajada en terrazas con semejante propósito estratégico. Xochicalco, que hoy es sólo un hacinamiento de ruinas apenas consolidadas, fue en la antigüedad un centro religioso, militar, quizás cívico. Hernán Cortés encontró todavía una gran fortaleza rodeada de fosos y circunvalada de murallas de madera almenadas y un gran arsenal lleno de armas. El padre Alzate y el explorador Dupaix encontraron vestigios de una gran ciudad y entre ellos una gran calzada. Los hermosos relieves que aún se admiran en el templo, estuvieron originalmente pintados de colores; así hay que imaginarlos cuando se vea una fotografía cuyo claroscuro sólo da una imperfecta idea de su primitiva suntuosidad [pp. 82-84].

 

RMS