[NUEVA YORK DE DÍA Y DE NOCHE]

Cueva del Río

Con su apellido troglodita y fluvial vino a visitarme una mañana trayendo un portafolio lleno de acuarelas y otro repleto de cartas de recomendación...
     Trajo tantas que reveló ser querido y estimado en México como lo merece, pues es "Cuevita" interesante como artista y amable por su cordial simplicidad...
     Desde que conozco a las grotescas víctimas del Orgullo amo más a los elegidos de la Simplicidad y este muchacho es de ellos, humilde aunque legítimamente ambicioso, ferviente corazón bajo la estameña como los jóvenes oblatos de los pintores del ascetismo...
     Ya conocía la obra de Cueva del Río, gracias a El Universal Ilustrado, benemérito por haber dado a conocer en grabado a color las obras de nuestros jóvenes pintores, pero las tricromías y offsets eran apenas reflejos de las figuras, paisajes y paisajes con figuras que comenzaron a surgir de la cartera de Cuevita...
     Calles de México Tenochtitlán; arriscados panoramas de Guanajuato; el lacustre paraíso de Pátzcuaro; huertas y jardines de Tehuantepec ubérrimo y la maravilla de Taxco real minero y agreste hierópolis, cuya sola desventura es –¡ay!– estar de moda y convirtiéndose, por obra del auto, de Meca romántica en caravanseral para camellos burgueses –los Fords– y beduinos esnobs, los turistas...
     Así Venecia, así Kioto, así Granada... ¡Taxco a su vez va a disolverse en gasolina!
     Pero entretanto Cuevita extrajo ya de las florestas la miel entintada en los panales del arco iris...
     Cuevita de alma ingenua, casi cándida, envuelta en indecisa timidez y en esas frases hechas de la parlanza metropolitana: "¡Eso es bien!", "¡Encantado!", que sospecho son hoy galanetas de buena crianza, oro volador sobre las naranjas rugosas...
     Pero con todo, el artista es íntegro, simplemente.
     Las flores, los pájaros, el arroyo que corre, ni analizan su arte ni anuncian sus prestigios...
     Así "Cuevita" con la diestra inválida pinta gloriosamente de main gauche su canto en colores de humilde gloria sanfranciscana...
     Me mostró con sus acuarelas, fotografías de las decoraciones que pintó en Cuernavaca con mi querido Matías Santoyo, murales que con agrio mohín desdeñarán los olímpicos clientes de la Sección de Oro, la Escuadra Pitagórica y todas las kábalas de la pintura científica y el genio sintético. Frente al mundo titánico de Miguel Ángel y la Mona Lisa... que nunca fueron robots; frente a Hokusai y a Hiroshigué, de fluido encanto prístino, no obstante las forzosas geometrías del grabado...
     Puede parecer inoportuno citar a los semidioses a propósito de los simples mortales, pero tratándose de la sinceridad, de la inocencia libre de malicia, del estado de gracia, no hay nadie indigno, al contrario; si la flor campestre es símbolo supremo de esas virtudes, citar a Odilon Redon fuera agravio a la flor... ¿Y para qué más sutilezas?... si el movimiento se demuestra andando, oíd:
     Ayer fui a los Delphic Studios, donde con las extraordinarias fotografías de Jiménez, una revelación, se exponen las acuarelas de Cueva del Río y entre ellas su reciente obra, un friso decorativo; cartones para pintura mural que tienen por asunto La tirada de las flores, la floralia de Tehuantepec en que un largo cortejo de tehuanas, ardientes de color y cálida belleza, va entre bueyes enflorados y campesinos albeantes, arrojando flores a su paso, entre la tierra dorada y el mar azul.
     Dejad la anécdota aunque en el caso es cautivadora, y ved el encanto ardiente del color y la opulencia del arabesco. Mientras los magister que tienen en la mano los destinos de la estética, acaso discuten si aquello es plástica pura, lindas mujeres visitantes de la exposición, ardían como las tehuanas, pero de júbilo.
     Ricas hembras a quienes serví de intérprete acosando a "Cuevita" con preguntas ansiosas...
     Resultado que "Cuevita" hará el retrato de una de las bellas patricias e irá a Kentucky a decorar la mansión de la otra...
     Ahora "Cuevita", último peregrino de la aventura lírica, va conmovido, casi trémulo, a mi lado, como un sonámbulo de un glorioso sueño: invisible a la sombra de los rascacielos; atónito bajo la tempestad de los elevados.
     Y con los mansos ojos brillantes y a la vez húmedos me confía algo que acaba de conquistarme:
     –Ahora sí, maestro, voy a poder mandarle dinero a mi mamá...!

José Juan Tablada
Nueva York, mayo, 1931

 

El Universal, 28 de mayo de 1931, en el CD-ROM La Babilonia de Hierro.