¿PARA QUÉ SIRVE UN AUTOMÓVIL?



Cuando oigan ustedes decir que los automóviles han sido en México un gran elemento de civilización y de progreso, no hagan ustedes caso... Los mil y tantos automóviles que surcan relucientes y estruendosos el asfalto de la metrópoli tienen una función exclusivamente decorativa y aparatosa. Resoplan, mugen, van, vienen, dan la ilusión de una gran actividad febril y formidable; pero en el fondo no hacen nada, no conozco a ningún hombre de negocios que merced al automóvil haya ensanchado su esfera de acción. Los verdaderos hombres de negocios no tienen que ir de aquí para allá, pues en vez de visitar son visitados en su despacho, de donde no se mueven. Y los que tienen que ir de despacho en despacho, los que van de prisa, no pueden comprar un automóvil, pues desde que alguien puede comprar un automóvil ya no tiene necesidad de darse prisa. Si a los que norman su vida por la utilitaria máxima: Time is money, no les sirve el automóvil, ¿a quiénes les sirve, pues?
    ¿A la juventud dorada, que no tiene qué hacer? ¿A las señoras que van de compras a los almacenes de lujo, o al desfile de Plateros? ¿Pero quién puede imaginar a una dama mexicana comprando encajes y economizando tiempo? Y para el desfile de Plateros, de exhibición, de vanidad, de mutuo examen y de inspección mundana, para ese desfile que debe ser lento, trabajoso y pausado, a lo largo de la estrecha y virreinal avenida, ¿puede ser útil una máquina hecha para correr ochenta kilómetros, a la hora?
    Quedan las excursiones; pero el programa se agota en un día. ¡Cuernavaca, Texcoco, Toluca, y pare usted de contar, porque no hay más perspectivas!
    Pero aun suponiendo que los mil y tantos automóviles mexicanos, poseídos de su activa misión, se soltaran haciendo viajes a Texcoco, Toluca y Cuernavaca, ¿en qué resultarían beneficiados la civilización y el progreso?
    Encárate lector, con tu amigo el del automóvil, provoca sus francas confidencias, expórtalo a producirse con verdad e interrógalo: "¿De qué te sirve tu automóvil?"
    Y ante su respuesta tibia y evasiva, concluirás conmigo que en México los automóviles no sirven para nada.

El Imparcial, 7 de junio de 1909, firmado con el seudónimo "Ambrosio" en Obras II, pp. 76-77.