MÉXICO DE DÍA Y DE NOCHE

[Nuevos estados de alma.- Pedazos de Dios.- Crimen y castigo]



Nuevos estados de alma

–No cabe duda –dice mi amigo el filósofo– que la ética nos va exigiendo más y más con implacable rigor, a medida que progresamos espiritualmente. No le demos a la palabra "pecado" ninguna implicación religiosa; veamos en ella sólo a lo que se aparta de lo recto y lo justo, de la caridad hacia los que sufren, de la piedad por el débil...
    Así, el que logra la expansión de su conciencia paga ese privilegio con incesantes y dolorosas rectificaciones, con pertinaces luchas contra el salvaje ancestral que al menor descuido levántase rugiendo en el fondo de nosotros mismos. Y cuando el cavernícola triunfa, así sea en un acto repentino y mínimo, qué desolación deja en nuestra alma brutalizada! Quizás dentro de esas consideraciones el niño y el salvaje son felices, y en cambio el civilizado y verdaderamente culto padece pesadumbres proporcionales a su adelanto y a su refinamiento... Para el sabio, casi todos los actos de la vida de un hombre primitivo resultarían infracciones a las leyes de su ética superior, "pecados" con sus viscosas sombras de remordimiento, tampoco místico, pero irremisible porque es el disgusto de uno mismo, el paso atrás, el agravio a la más alta ley evolutiva...

Pedazos de Dios

¿Cómo puede el máximo poeta de Francia, Francis Jammes, conciliar su magnífico amor por los débiles, su poética piedad por los animales y hasta por las plantas y árboles, con sus aficiones cinegéticas? ... ¿Cómo puede poetizar a la trucha arco iris y a la suave codorniz y dar en seguida recetas para guisarlas? ¿Puede concebirse al Santo de Asís descargando un trabuco sobre el lobo de Gubio?... Misterios insondables, porque los peces y las aves de Francis Jammes y aun el hosco lobo de Gubio, son pedazos de vida o pedazos de Dios, porque nada por su grandeza o por su infinitud puede compararse a Dios como la Fuerza Vital... ¿Y puede acaso un Dios tentar nuestra generosidad y poner a prueba nuestra nobleza más conmovedoramente, que cuando en forma de un ser débil, la suave codorniz o la trucha irisada se acerca a nosotros inocente y confiada? Una proporción bien lógica se impone. Nosotros somos a los animales lo que Dios a nosotros. Esa consideración agrava nuestra responsabilidad y nos obliga imperativamente a proteger a los animales, "nuestros hermanos inocentes".

Crimen y castigo

–Mi cuita –añadió mi amigo con amarga sonrisa– consiste en que acabo de perder la oportunidad de ser un dios. Acabo de aniquilar una vida, y aunque esa vida fue la de un ser mínimo, soy ante mí mismo más vil que un homicida... El insecto de obscura librea entró a mi estudio en un rayo de sol de primavera, revoloteó zumbando y se posó sobre mi mesa de trabajo. Y aquí entra lo patético precediendo inútilmente a lo trágico...
    El sombrío coleóptero corrió ágilmente sobre una blancura del papel y de pronto se detuvo. Sin duda se dio cuenta de que estaba en un medio ajeno a su habitat natural, un medio adverso, acaso hostil y fatal. El caso es que en la ansiosa vibración de sus antenas ponía aquel ser todo su presentimiento del peligro, todos sus recursos para salvarse.
    Luego me pareció que su diminuta cabeza se levantaba hacia mí. Era la víctima del pavor esquiliano que me imploraba a mí, el Fatum inexorable. Pero eso lo pensé luego... Por lo pronto vi que el insecto corría en fuga desesperada. Pero ¿qué puede una ínfima desesperación contra una perversidad humana?
    El insecto cayó al suelo, y ya reanudaba la fuga que creía salvadora, cuando mi pie bestial lo aplastó..!
    Enmudeció mi amigo, visiblemente contrito, y yo nada repuse. No sé si estará en sus cabales.... Porque, ¿cómo creer que en ese conflicto asomara el superhombre cuando al doblar la esquina nos envolvió clamorosa y aún ebria de sangre, la multitud saliendo de los toros?...
 
 

José Juan Tablada

 

Excélsior, 26 de julio de 1938, en el CD-ROM México de día y de noche.