MÉXICO DE DÍA Y DE NOCHE
México en Londres...- Reina de noche...- Hace una centuria
México en Londres...
Hace un siglo, una de estas noches primaverales, el duque de Bedford congregaba en su mansión de Woburn Abbey, a las personas de mejor gusto entre la aristocracia londinense, quienes a bordo de mail-coachs sonando alegres fanfarrias, llegaban a los jardines ducales con el único fin de ver cómo se abría cierta rara, magnífica y misteriosa flor mexicana, que, a pesar de su rara y misteriosa magnificencia, ha sido hasta hoy desconocida por la mayoría de los mexicanos. De ser, flor tan admirable, china o japonesa, habría inspirado obras maestras pictóricas o poéticas y originado festivales como los que en Oriente celebran a wistarias, peonías y cerezos en flor...
Reina de noche...
Esta flor de maravilla, verdadera emperatriz floral, digna de resumir en su impresionante majestad todos los ritos primaverales, tiene la particularidad de abrirse sólo de noche, como si considerando al sol su único rival y celosa de su propia belleza, evitara su ardiente beso y prefiriera las sedosas caricias de la luna que la envuelven en suave armonía. Esta flor es la de un cactus (Cereus nycticalus?) en cuyas pencas gruesas y dentadas aparece el botón semejante a una enjuta borla escarlata, incurvando una "línea de belleza" o arabesco sigmoideo. Su plenitud precede a la inmediata floración. Los sépalos desciñen a los pétalos que se aflojan y la "eclosión" comienza. Circundan al cáliz tres zonas concéntricas de pétalos como hechos de seda, nieve, plumón de paloma o nácar translúcido, que al extenderse operan una mística transfiguración haciendo que el copón se vuelva radiante custodia... Pero la materia vegetal tiene una calidad sidérea que se atenúa y diafaniza hasta parecer espiritual.
Hace una centuria
Desde que el sol se puso, los espectadores de la maravilla caímos en pasmo como si el exquisito aroma que exhalaba la flor difundiera un hechizo irresistible reteniéndonos cuando intentábamos alejarnos y manteniéndonos suspensos en muda admiración. Conociendo la susceptibilidad de la planta hacia la luz –por algo es noctíflora–, nos contentamos con admirarla al fulgor de las estrellas hasta que, pasada la medianoche, la luna asomó iluminándola y la flor pareció confundirse con el fulgor astral...
Esa flor prodigiosa es casi desconocida entre nosotros, pienso atribulado, a pesar de que para nuestro propio deleite y aun para... atracción turística, pudiera originar la más extraordinaria fiesta primaveral...
Y recogido ya, en alucinado duermevela, miro una avenida de nuestro Bosque de Chapultepec bordeada de cácteas noctífloras, a la luz de la luna, confundiéndose con los ducales jardines de Bedford a donde, hace un siglo, la aristocracia londinense iba a ver abrirse la misteriosa y magnífica flor mexicana...José Juan TabladaExcélsior, 2 de junio de 1939, en el CD-ROM México de día y de noche.