Oncidium tigrinum Orquídea Tallo con flores

 

FICHA CATALOGRÁFICA
 

21. Oncidium tigrinum.
Acuarela y tinta sobre cartoncillo.
5 7/8 x 8 3/4"
[En el ext. inf. izq. ms. tinta negra: "1.18.914." En el ext. inf. der. "Núm. 3. Oncidium Tigrinum". En el ext. inf. tinta negra monograma de JJT. El documento presenta roturas en los bordes.]

22. Orquídea.
Acuarela y tinta sobre cartoncillo.
5 x 8 3/4"

24. Tallo con flores.
Acuarela y lápiz sobre cartulina.
9 1/2 x 12"
 
 

NOTA
 

Estas tres imágenes hacen patente el gusto del autor por esta exótica planta bulbosa, monocotiledónea, de hojas radicales y envainadoras, de colores brillantes y propia de climas húmedos, que crece en ramas y horcaduras de troncos como epífita: la orquídea. Una de sus principales características es florecer, en el caso de México, entre los meses de junio y septiembre, en bosques templados o cálidos. Una de las regiones donde hay más variedades de orquídeas en el país es Michoacán. La más común es la orquidiaceae y la oncidium tigrinum, esta última retratada por el autor. Tablada apreciaba el aura de misterio y sensualidad que rodea a esta planta y la incluyó como motivo o imagen en muchas de sus crónicas. También le dedicó un hermoso poema, publicado en Al sol y bajo la luna:
 

La orquídea

(Himenocallys eburneum?)
Los azulejos de la chimenea 
de color crema que el azul retoca, 
le dan extraño fondo a la orquídea 
en su florero de cristal de roca... 

¡Rara flor, semejante a un artificio 
que de un monstruo el embrión produjera! 
Las mil gotas de sangre de un cilicio 
se cuajan en su palidez de cera... 

Porque la sangre brota de sus poros, 
la flor hosca y herida se defiende, 
y entre pétalos crespos e incoloros 
un garfio en un tentáculo distiende. 

De un caracol emerge la bizarra 
antena de la flor, trágicamente, 
plasmando el simulacro de una garra 
en un grumo de cera transparente... 

Como un dragón crispado y serpentino 
que una nube de opio dibujara 
y el sapiente buril de un maestro chino 
en un nácar enfermo cincelara, 

así la flor abriga, en sus carnales 
hojas, un raro y diminuto endriago, 
¡como íncubo que oculta en los cendales 
de una novicia su tenaz estrago! 

¡Un drama en una flor!... torpe connubio 
de un larvado alacrán y una corola: 
soldado con furor al cáliz rubio 
tiende la bestia el garfio de su cola... 

Baña a la flor un vespertino rayo, 
y que se exhala de su cáliz siento 
el antiguo perfume de un ungüento 
olvidado en la sombra de un serrallo... 

Evoca de una tísica la estancia, 
do de la fiebre entre los vahos cálidos 
viejo perfume que adoró se arrancia 
entre hojas secas y listones pálidos; 

así surge ante mí la flor impura, 
tentacular, enferma, hostil, huraña. 
Temblando, del jarrón se me figura 
mirarla descender como una araña... 

¡Perversa flor, engendra tu regazo 
y cuaja en cera pálida y viscosa 
tentáculos y alas; el abrazo 
de un escorpión y de una mariposa! 

Eres la flor que en bestia se trasmuta, 
huyes del aire; allá en el invernáculo 
desgarras como un himen la voluta 
de tu cáliz y eriges el tentáculo... 

Entre musgos que son secretos rizos 
virginidades finges y las truecas, 
mudando en insolencias tus hechizos, 
del viejo fauno en las salaces muecas. 

Flor que hace gestos; cáliz hechizado; 
lirio que hace sangrar un sortilegio; 
flor símbolo y espectro del pecado 
en la serenidad del florilegio... 

No eres tú flor, por más que lo simules: 
eres pasión carnal y lujuriosa; 
amor son la campánulas azules, 
el lirio intacto y la impoluta rosa... 

La pasión, como tú, tuerce violenta 
garfios de ira, tentáculos de hastío; 
cual la tuya su carne se atormenta, 
mancha su palidez rojo rocío... 

Ese amor ya va a ser remordimiento, 
como tú que te cambias en vampiro... 
¡Otro es aquel cuya nostalgia siento 
exhalando mi anhelo en un suspiro! 

[Obras I, pp. 337-338]

La efusividad que se percibe en el fragmento del poema anterior también se ve plasmada principalmente en dos crónicas donde estas plantas son el tema principal: "Orquídeas. Gastón La Touche. Porcelanas y estampas" (Revista de Revistas, 22 de junio de 1912), incluida en Los días y las noches de París, y "[El jardín de las orquídeas.- Belleza y utilidad.- Raras flores de cultura]" (Excélsior, 2 de junio de 1938), reproducida en el CD-ROM México de día y de noche.
    En la crónica "Orquídeas. Gastón La Touche. Porcelanas y estampas", Tablada relata que después de haber vagado por las calles de la ciudad por cinco días consecutivos, como flaneur parisino, ha decidido ir al taller de Diego Rivera para presenciar el tiro de aguafuertes que hará su esposa Angelina Beloff. Sin embargo, se detiene ante varias vitrinas que lo vuelven a distraer de su propósito inicial y que exhiben orquídeas y otras flores, pinturas de Gastón La Touche, porcelanas dinamarquesas y estampas, tanto japonesas como francesas. El episodio en la florería da una idea del conocimiento que tenía Tablada, en 1912, sobre el tema de las orquídeas, además de que es una muestra del lenguaje poético con que lo trata:

Tras del vasto cristal de un espacioso escaparate se alzaban ante mí prodigiosos haces de flores, cuya simétrica y aliñada perfección me había hecho otras veces el efecto de una exposición de flores de trapo. Y mi asombro venía de que ahora un examen más atento me revelaba que las flores eran verdaderas. Pero ¡qué magnificencia y qué deslumbramiento! Salvo un espléndido manojo de rosas escarlata, de un carmín de vibrante igniscencia, todas las demás flores eran orquídeas de eflorescencias tan profusas como admirables. Erguíase una mata de cypripedium insigne, sandalia de Venus, cuyo amarillo azufroso se desvanecía suavemente en marfilina blancura. Por otro lado una cattleya desbordaba su lluvia de flores semejantes a copos de nieve empurpurados de sangre, y junto de tres pequeños bulbos, como de maravillosas crisálidas, surgía un vuelo estacionario e inmóvil de mariposas cuyas alas –pétalos de amarillo ámbar– se manchaban simétricamente de rojizo azafrán. Del techo colgaba un pequeño "huacal", desde cuyo interior un odontoglossum dejaba caer en concéntrica incurvación, dos festones de flores albeantes y corrugadas como copos de espuma, como caracoles de nieve deslumbrante en cuyo seno se deshiciera un rubí.
    Entré a la tienda, en cuyo rótulo se leía: "O'Brien fleuriste", y tras de comprar un manojo de violetas, trabé conversación con el dueño, halagado por mi admiración. Le hablé de nuestras orquídeas mexicanas, y como enamorado, no como mercader, me refirió pesaroso que una de las especies más raras de sus invernaderos, una lelia sanguínea de Tehuantepec, había muerto tras de haber dado seis extraordinarias flores de intenso perfume almizclado que habían resistido cuatro meses con brillo y fragancia que parecía inmortal. "Aún tengo raras y valiosas orquídeas de vuestro país, añadió, entre ellas un dendrobium glauco, exactamente igual al carey, y una arundina cuyos pétalos están cubiertos de polvo de oro como las alas de una mariposa. Pero ninguna tan rara como mi lelia; era la única en París. Sus flores, las primeras y las últimas que dio, eran de palidez carnal, goteadas de sangre; sangró mientras vivía y murió de una extraña consunción, como una mujer tísica... Esta otra, me dijo señalando un recipiente mural, es también muy rara; pero viene de Borneo! Vea usted cómo sus hojas oscuras, punteadas de amarillo, cuelgan como serpientes aletargadas... pues bien, la serpiente capuchina de Borneo, un ofidio semejante a la cobra, por mimetismo se disimula entre estas hojas que parecen su imagen. Y los cazadores de orquídeas, ¿comprende usted?, son a veces mordidos mortalmente. Por eso el precio de la planta, que no se multiplica es serre, es elevadísimo. ¿Vio usted en el aparador mi denbrobium-wardianun? Es una sola planta y tiene doscientas ochenta flores. Ya que ama usted las flores, me dijo al despedirme, venga usted a mis invernaderos de Saint Germain: es un pedazo de trópico; estará usted como en su país". Feliz O'Brien, mortal afortunado cuyo armonioso y sereno destino lo hace vivir largamente en París, sin más pena que visitar a diario sus invernaderos, tibios palacios de cristal, serrallos perfumados cuyas odaliscas sólo tienen de la mujer los espesos labios carnales, y sólo en raras ocasiones como Melusina y como la orquídea de Borneo... tienen medio cuerpo de serpiente [Obras III, pp. 133-135].
En "[El jardín de las orquídeas.- Belleza y utilidad.- Raras flores de cultura]", Tablada menciona la ubicación de un invernadero: "el Jardín de las Orquídeas, una ignorada maravilla que esconde en uno de sus huertos, más llenos de penumbra y de silencio, el hotel Marik de Cuernavaca". El lugar, según cuenta el poeta, había sido construido por un sueco, el señor Oestlumd, quien además de pintar a la acuarela un gran número de estas plantas en flor y catalogarlas –una de ellas lleva su nombre–, creó un herbario con cientos de ellas disecadas. Nuevamente Tablada hace referencia a diferentes especies de orquídeas –lelyas, cattleyas y odontoglossum– y hace una breve alusión a sus características. Tanto en esta crónica como en la anterior el poeta enaltece el paisaje mexicano, sus raras flores y sus virtudes estéticas.
    En cuanto a los ejemplares que son motivo de estas acuarelas, se puede observar lo siguiente. La primera de ellas tiene escrito un nombre científico: oncidium tigrinum. La distribución simétrica de las hojas y las manchas coincide con las fotografías de esta planta a las que se tuvo acceso. La segunda acuarela sólo lleva escrito el nombre de "orquídea". La imagen muestra una orquídea común, aunque la distribución de las hojas laterales y la central superior recuerda a la variedad cattleia semia alba, en lo que se refiere a su forma, mas no al color. La tercera imagen, marcada como "Tallo con flores", parece ser la acuarela de una orquídea común; sin embargo, hay rasgos de simetría en las hojas inferiores que recuerdan a la variedad Cattleia guttata.
    Tablada rodeó a la imagen de la orquídea de una rica variedad de significados. La hizo símbolo, entre otras cosas, de la belleza natural, del amor carnal, del sexo femenino y de la mujer seductora o misteriosa que conduce a la pasión mórbida. Por ejemplo, en la siguiente cita la utiliza para referirse a una célebre cabaretera:
Tal es Texas Guinan, la Reina de los Cabarets Nocturnos, frívola, amable, divertida y radiosa a nuestros ojos, pero que algún día del futuro, cuando viva sobre la tierra la humanidad que está naciendo y que hará triunfar el espíritu sobre la carne y los sentidos, será considerada como un raro monstruo, especie de brillante orquídea alimentada por subterráneos cadáveres invisibles [El Universal, 20 de marzo de 1927, en La Babilonia de Hierro].
Algo similar sucede en la reseña que el poeta hace del libro Incienso imperial, en el que se describe la vida de la emperatriz viuda, Tzu Hsi, narrada por la princesa Der Ling, primera dama de honor:
Pero no debe olvidarse que la orquídea es flor monstruosa y deletérea, y así por más que la dama de honor intente velar ciertos actos de su soberana con el sahumerio de su mirra, no puede esconder del todo la trágica figura de Huang Hsu, el emperador destronado, que va en el tren imperial como cautivo, entre eunucos y concubinas que no son sino carceleros [El Universal, 25 de marzo de 1934, en La Babilonia de Hierro].
Tablada también la usa para referirse a otro tipo de mujeres audaces y frívolas que él reprueba: "Como las orquídeas, esas flores a veces monstruosas, que tienen algo de animal, así la flapper va tomando caracteres masculinos..." (El Universal Ilustrado, 25 de marzo de 1926, en La Babilonia de Hierro).
    Una última observación resta para completar este repaso sobre las orquídeas en la vida y la obra de Tablada. La primera acuarela tiene la fecha de 1914. Ese mismo año, Tablada registra en la entrada del 28 de junio de su Diario: "Limpiando en el invernadero las orquídeas que tienen ya brotes, menos dos que el jardinero dejó de regar" (Obras IV, p. 135). Los acontecimientos políticos y sociales pronto lo llevarán a abandonar su querida casa en Coyoacán. Así, en el último capítulo de Las sombras largas, rememora el momento en que se despidió de sus orquídeas:
Una semana antes de mi partida para el extranjero florecieron todas las orquídeas del invernadero, lelias, cypripediums, catleyas y la wistaria japonesa dejó ver sus colgantes racimos de violetas...
    Aquella extraña floración simultánea de las orquídeas caprichosas y contingentes me hubiera sorprendido gratamente en otras circunstancias, pero en las que prevalecían, me pareció más bien un augurio tan delicado como inexorable. En su tibio sagrario de cristal, las raras plantas que siempre me parecieron el símbolo de un arte intransigente y suprema elación, parecían haberse concordado unánimes, para despedirse de quien las cultivaba con vigilante amor y que estaba a punto de abandonarlas para siempre. Parecía que adivinando la urgencia de su encantador tributo, hubieran anticipado su tardía floración. Cada planta entre sus recias hojas, como barnizadas a la encáustica, asomaba la joya complicada de su flor, que ardía suavemente en flámulas de raros éteres y alcoholes de extraña alquimia. Flámulas incandescentes en fervorosa combustión, esencia de sabias pirotecnias, luces de bengala, ascuas de mil matices extáticas y suspendidas como los colibríes al borde de las corolas...
    ¡Brillos de fuegos artificiales en fiestas de Oberón y Titania y esencias y aromas en los breves y esmaltados incensarios como jamás ardieran en los pebeteros del serrallo!
    Contemplé aquella fiesta hasta que vino la noche y el claro de luna descorrió sobre el invernadero sus telones de gasa. Las orquídeas entonces fueron como fantasmas de piedras preciosas, como almas en pena de una joyería que se desmaterializaba incorporándose por fin al frío éter de la luna! [Las sombras largas, p. 460].

 

RMS/AEHM